Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

viernes, 14 de mayo de 2010

¡Que este hombre sea feliz, joder!

Estaba yo tan contento, es un decir claro, subiendo unos anuncios preciosos aparecidos en la revista The Punch de 1915 sobre unos productos ideales para la guerra, la Gran Guerra, la Primera Guerra Mundial, que verán más tarde; cuando ojeando la prensa del pixel pardo y el titular con menos seso que volumen histérico, letra chusca y gastados ganchos, me he encontrado con lo siguiente y no me he podido contener; hago flashfordward y dentro video:



"Yo quiero que... demostrar a la España entera, que la gente es generosa"

¿Cómo, que quiere demostrar a España que Vd. y "los atléticos", son de una generosidad tan arrolladora que no son capaces de dejar tranquilo a un mendigo sin echarle unas miserables monedas, montar el circo, chulearle al gusto, asustarle gritando en una lengua que no conoce, amenazarle con la cámara para que se deje hacer y encima, como colofón paleto, quitarle después los objetos que con tanta generosidad caían pocos segundos antes sobre su platillo como si una cornucopia ibérica se tratara?

Pues lo habéis conseguido y os habéis lucido, simpáticos. La pena es que os hayan reventado la cámara y la generosidad a patadas. No toda violencia es mala, puede ser enormemente educativa, aplicada con mimo en su momento justo y en su lugar adecuado.

La caridad en grupo, tan de moda hoy en día en oeneges, cooperantes, meapilas acomplejados y según parece ahora hasta las peñas futbolísticas españolas más cutres, es feroz, terrorífica, atroz.. ¡Siente un pobre en su mesa! o como decían los otros "cheap holidays in other people´s misery".

Gran parte de culpa la tiene la función del testigo, la función del ojo ajeno. El privilegio de este testigo tan a mano, es la de concentrar y ampliar el daño que la imbecilidad de las mejores ideas y las más sanas intenciones suelen llevar encima, añadiendo además la convicción que aporta el número, que también funciona como anonimato y falta de responsabilidad; como una galería de espejos que a fuerza de repetir su imagen tantas veces terminan siendo como las orejeras que se ponen los asnos, pero pagando cuotas, paseando la alegría del neo-colonialismo por el mundo, organizando rifas y vendiendo camisetas que producen sarpullido con dibujos que hacen aún más daño a los ojos y al corazón.

Aquí el principal testigo es la cámara. Pero la cámara, de una forma u otra, está siempre presente en la mente de la mayoría. La posibilidad de Dios se ha sustituido por la posibilidad de la cámara, ojo por ojo, ojete. No sólo hay que realizar una acción, sino que si no queda convenientemente registrada, si no es pública no tiene mérito.

Dimensión pública que es exactamente lo contrario de la dimensión privada, ámbito en el que la intimidad, la reflexión y la soledad deberían salir a pastar, pero en el caso de muchos cretinos siguen encerradas en el establo de sus miserias, medio muertas de hambre y sed las pobres por resultar tan incómodas y dar tanto trabajo.


Haga click para ampliar el tractor por la paz del Domund.

"Lo hice con buena voluntad pero parece que hay personas a las que les ha molestado. Sólo quiero decir que yo educo a mis hijos en la solidaridad y mando un beso a todos a los que les sentó mal", se disculpa el "señor", el señorito, que a esas edades ya debería tener algún dedo de frente y saber contar hasta cinco antes de lucirse y animar a lucirse a una panda de descerebrados disfrazados de colorines; cualquier imbécil que se precie hoy en día, no sólo presume de ser solidario, "o tempora, o mores", sino encima de educar a sus pobres hijos en la solidaridad más absoluta, cuando deberían enseñarles primero buenos modales y unas nociones básicas sobre vergüenza ajena.

¿Tanto le costaba a este Lady Dy del "furgol", este periodista humanista, este ejemplo tan claro del conciudadano medio tan abundante siempre inventando alegres ocurrencias, echar su monedita cuando estuviera solito, con la cámara apagada y el micrófono enfundado y limpio de babas y venenos, con la única complicidad del pobre señor que está pelándose de frio en un puente?

No, esta gente de pluma y confeti no lo entiende y no puede practicarlo, son los solidarios de ellos mismos: Los hipócritas que vampirizan la miseria del otro, que les importa siempre una soberana mierda, para sacar réditos de todo tipo. Bálsamos de ego para suavizar complejos, cinco minutos de gloria de banderita y hucha del Domund, medallas imaginarias que vienen a ser estrellas Michelin del buenismo más obtuso, un cálido regodeo en la noción de lo afortunados que son ellos por contraste con la miseria de otros desgraciados, y en general todo tipo de mezquindad a medio camino entre el catecismo, el catetismo y las películas de Disney.

¿Es tan mala la indiferencia?, ¿es tan dañina?, ¿No tiene la indiferencia un punto de respeto que el moralismo de manual, y catequismo, más chusco no entiende? Aplíquense el cuento y pasen de largo antes de practicar sus solidaridades, y si no se pueden contener porque el complejo de culpa les angustia y su corazoncito se mueve hacía la filantropía, por favor háganlo lo más discretamente posible, sin esperar que nadie le de las gracias y colgándose las medallitas que quieran en la intimidad de sus casas sin molestar a nadie, delante del espejo, mientras piensan "¡Tú sí que eres un tío de puta madre, con más gente como tú el mundo sería un sitio mejor!" o cualquier otra mentira que se suelan repetir para perfumar la basura que en realidad son.

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