Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

lunes, 17 de mayo de 2010

The punch: Productos para hacer bien la guerra.



Han caído en mis manos varios números de la revista The punch (efectivamente el Italiano Pulcinella), la clásica revista satírica británica que empezó a publicarse en 1841 y, con menor o mayor éxito y mayor o menor gracia, cerró sus puertas sobre el año 2000.

De humor más amable que mordaz, y más simpático que amargo, The Punch es todo un monumento a los usos y costumbres de la época, y resulta especialmente ilustrativa de los gustos de la clase media conservadora a la que iba mayoritariamente dirigida; en las miserables industrias de Sheffield o en los oscuros callejones de Whitechapel no se leía demasiado, y mucho menos The Punch, como mucho se veían los "dibujos".

Estos números, del año 1915, cuentan con la particularidad de contener anuncios de productos cotidianos, y no tan cotidianos, dirigidos a los soldados británicos que estaban ya luchando en Francia o camino de estarlo. Tengo que decirles que la Primera Guerra Mundial personalmente me parece que es el conflicto más cruel del S.XX, y me resulta especialmente fascinante, por no decir morboso, el cambio que hubo entre el primer fervor guerrero de los primeros meses, primer año, y el durísimo trago que posteriormente sufrieron todos los países cuando esa guerra rápida que se preveía se quedó estancada en un matadero lleno de barro donde al hombre se lo comían las máquinas y las alimañas.

Veamos unos cuantos ejemplos.

No, esta estupenda ropa interior no se militariza, pero no sólo se nos asegura que es la mejor del mundo sino que ni siquiera encoge. Con prendas de la calidad de Pesco seguro que yo también fumaba con el estilazo de este señor. Por cierto, la señorita no está nada mal.


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Las gargantuesca cocina Carron no se moviliza tampoco (¡cualquiera la mueve!), pero aún en tiempos de guerra una cocina-tanque siempre viene bien. Estupenda como refugio anti-bombas.


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Pero lo común es que hasta los productos más vulgares se "movilicen" para resaltar sus virtudes desde la óptica bélica, como este anuncio de la salsa Lea-Perrins, proponiéndonos el alegrarnos "esos platos de tiempos de guerra" con su estupendo producto que yo personalmente nunca he apreciado. Ahora va empezando el baile.



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"12 meses de guerra nos han demostrado..." No sabían lo que se les venía encima después de los primeros 12 meses a los pobres, dueños de tintorerías incluidos.


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¡Ah Tipperary, qué alegría! Esta fue una de las canciones más populares, quizá la más popular, de la Primera Guerra Mundial. Se cantaba al partir hacia el frente, se cantaba en las cantinas, se cantaba en los barracones, se cantaba al llegar a las trincheras y se dejaba de cantar en cuanto se olía el olor a cadáver podrido y empezaban a volar obuses, aunque diga la leyenda que ni con esas.

La canción cuenta, canta mejor dicho, la historia de un irlandés simplón que llega a Londres camino del frente. Este buen hombre se maravilla de la jovialidad y alegría de los londinenses y especialmente de las numerosas tonadillas sobre sus calles. Contagiado por el espíritu de la urbe, y sintiendo la lejanía de su novia Molly y de su terruño en Tipperary, canta a viva voz, con un espíritu muy a lo Martínez Soria, su nostalgia y orgullo provinciano a voz en grito, ante el estupor y el cachondeo general:



Lo que desconocía por completo es este grabado del maestro J.C.Dollman dedicado a esta canción. Un grabado "reproducing finely the invincible cheerines of the british soldier witch is the wonder of the world" (que retrata con gran elegancia la inquebrantable alegría del soldado inglés que es la maravilla del mundo) expuesto en la Royal Academy, de la que Dollman era asiduo; y encima con reproducciones a la venta a unos precios inmejorables.


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Aquí tienen la ilustración: Un grupo de soldados camino del frente, desplazándose por un paisaje gris plomizo, pisando con garbo los charcos de una carretera enlodada, seguidos por varios carros de víveres y municiones. Ellos que no pierden las ganas de jota ni la alegría inglesa, "maravilla del mundo", cantan a pleno pulmón con la cabeza bien alta orgullosos de ir a, en el mejor de los casos, despanzurrar boches, en el peor terminar despanzurrados ellos en cualquier agujero. La mula que ya lleva muchos viajes a cuestas y ha visto mucha carnaza y mucha carroña, no canta nada y sigue tirando del carro, por eso no maravilla a nadie.


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No me digan que no es socorrido este periscopio portátil; El oficial lo saca de la bolsita, lo despliega, echa un vistazo a las líneas enemigas, lógicamente no ve un carajo y acto seguido ordena el ataque para que un par de pelotones se entretengan correteando hasta ser despanzurrados en mitad de la nada, en la tierra de nadie. ¡Ay, quien tuviera un periscopio!


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Los protectores de los oídos Mallock-Armstrong ya me parecen algo más útiles, no sólo para artilleros sino para la tropa en general que tenía que aguantar días y días de estruendo infernal de artillería, tanto la propia como la ajena.

Lo que no me queda muy claro es qué dirían las regulaciones al respecto, porque bien me puedo imaginar a un pobre desgraciado delante de un pelotón de fusilamiento por llevar estos "protectores para mariquitas". Si les digo que muchos soldados perdieron la cabeza "solamente" por el ensordecedor estruendo continuo de las piezas de artillería seguro que no me creen, pero así sucedió y así se lo cuento.


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Nada mejor para calcular distancias, y trayectorias de tiro, que este cómodo telémetro de bolsillo, lo usas junto con el periscopio y los protectores auditivos y te ponen dos o tres medallas por el estilazo y ser tan aplicado y coqueto en asuntos marciales. Así se prospera en la vida y en la guerra. O todo lo contrario y te mandan fusilar. ¡La fortuna es mujer y ama a los osados!


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¡Sanaphos! ¿Qué diablos llevaría este reconstituyente Sanaphos, "alimento para los nervios"? ¡Esto es justamente lo que yo necesito, además de un Zeppelín privado!


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Sobre este misterioso SanaPHOS, sólo puedo decir lo que recoge el British Medical Journal (15 Octubre 1927), que más bien es poca cosa: Efectivamente se considera un alimento y no una medicina; por lo tanto olvidémonos de los cócteles químicos con cocaína o codeína tan de moda en la época, y tampoco de algún licor de hierbas milagrosas. Me aventuro a decir que se trataría del típico tónico reconstituyente más clásico, esos hechos con aceite de hígado de bacalao, fósforo y alguna que otra marranada. Pobres soldados.


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Pero vean con qué gracia enfermera y soldado se dan la mano en sana, es un decir, camaradería. Todo gracias a SanaPHOS y a la bala que le partió el brazo por la mitad. ¡Aplausos y odas al británico SanaPHOS! No confundir con el asquerosísimo y venenoso alemán Sanaphos, fíjense siempre en el PHOS.


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La estupenda gabardina nace en las trincheras debido a la necesidad de una prenda impermeable, de abrigo y que sea resistente. ¿Cuántos señoritos en gabardina, con periscopio, telémetro e hinchados a reventar de SanaPhos no habrán muerto gracias a alguna bala perdida disparada por alguno de sus envidiosos hombres? ¡Seguro que muchos menos de los que hubieran debido!


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Los Samuel Brothers no sólo hacen gala de su solera y larga tradición con respecto al trato de clientes militares, sino que también regalan un ejemplar del libro "Tips for subs", un "clásico inmortal" que no tengo ni idea de lo que puede tratar y prefiero ni imaginármelo.


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La estufita, el garrafón de güisqui-cheli, la bufandita y una buena pipa de Player´s Navy Mixture. Sí señor, esta era la imagen que se tenía de las trincheras en "casa" al inicio de la contienda y eso era lo que imaginaban muchos jóvenes.


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Para que se den cuenta de lo que viste un uniforme de oficial, aquí tienen al señor fumador de los calzoncillos largos del primer anunció, bien vestido e impasible el ademán, mandando a la muerte a media compañía. Lo coqueto no quita lo sanguinario; y seguro que no sólo lleva debajo del uniforme esa ropa interior tan horrible, sino que desde que salió de Londres ni se la ha cambiado el tío marrano.


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Estos tabacos exclusivamente para hombres de pelo en pecho, y de pecho lleno de cicatrices, es de tanta calidad que con una pipa ya pueden caer obuses como catedrales que uno ni se inmuta.

Igual es que este señor lleva los famosos protectores Mallock-Armstrong y no se está enterando de la fiesta, o tiene más pelotas que un caballo percherón, como bien sugieren las curiosas medidas, ese extraño croquis de la esquina inferior izquierda. Luego dirán que el tabaco mata. ¡Los cojones!


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Estar jugándose el cuello en el frente y que le regalen a uno una pluma de mierda tiene que doler lo suyo; pero roza la tortura psicológica el que el compañero oficial, al que le han regalado una Onoto, como Dios manda, se la reboce por el morro y encima se cachondee. Esto no es nada serio, no, es espeluznante que anden chuleando de plumas entre tanta matanza.


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No he sabido resistirme a la hora de rescatar este estupendo anuncio de papel higiénico. Se lo dedico especialmente a las señoritas que tengan el típico novio del que se quieren librar pero que no entiende el lenguaje de las indirectas, los suspiros, los sonoros bostezos, docenas de crueles plantones, varias amenazas de muerte etc. Si le quieren mandar a la mierda de la forma más clara, impriman, recorten y regalen la estampita con una misericordia fingida calibre medio.


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¡Luces! Esta sí que es toda una señora "colonia de guerra". No sólo es inglesa, y por lo tanto la mejor indiscutiblemente, sino que además su uso contrarrestará cualquier olor a medicinas y antisépticos. Ideal para enfermos y hogares con ex-combatientes hechos migas y con el cuerpo más lleno de metal que su propia silla de ruedas. Quién pierde la alegría de vivir es porque quiere, queda demostrado con Luces. ¡Perfume su carroña con Luces!


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No podían faltar las botas de campaña, no señor. Echando cuentas voy viendo que la guerra sale carísima; yo no entiendo, no me cabe en la cabeza, cómo es que entonces van tantos pobres y miserables a la guerra con estos precios tan exclusivistas.


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Más botas, con un estupendo slogan: "Confíe en el hombre detrás de la bota". Ahí queda eso pequeño saltamontes.


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Donde hay botas, e ingleses de "impoluto uniforme", canten o no Tipperary, tiene que haber un buen betún especial para cueros marrones. Al menos dice este anuncio.

Aquí tienen Lutetian Cream, con su mascota, el abuelo del Sr. Netol o pariente cercano, convenientemente uniformado de oficial debido a esos asuntillos del orgullo nacional. Como pueden ver en el resto de pequeñas ilustraciones, este betún lo mismo sirve para cortejar a la chacha, tomarse el té ojeando el periódico o cargar campo a través como un energúmeno con el sable desenvainado. Ya no se hacen betunes como estos.


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No se queden sin conocer al simpático hombrecillo vestido de paisano, posiblemente pidiendo limosna, anunciando también Meltonian Cream, ideal para la "clase de tropa" y los playboys arruinados.


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Querida Mathilda: Muchas gracias por la estupenda pluma que me has enviado, no era una Onoto, pero la he recibido con el mayor de los cariños. Gracias también por el periscopio y los frascos de SanaPHOS: El periscopio me lo ha descompuesto un francotirador alemán de un balazo y el SanaPHOS me ha producido una diarrea tremenda, pero ya sabes que recibo tus dulzuras con el mayor orgullo y con la gran esperanza de que esta guerra acabe pronto, y con ella tus estrambóticos paquetes. Por favor, en el próximo envío mándame algo que sea de utilidad directa para la guerra, te pediría unas cajas de cartuchos Kynoch, pero me da miedo que me envíes otro frasco de colonia "Luces", así que me pongo en tus caprichosas manos una vez más y a merced de tus alocadas ideas...

Tuyo siempre.
Richy.


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Pareciera viendo este estupendo anuncio, que uno fuera a la guerra a afeitarse y a fumar, y quizá en muchos casos así fue, es y será. El pastelón lo tiene la pobre señora en casa con un mocoso, un chucho y una suegra catatónica, mientras el marido está de vacaciones en Francia ¡y encima la prensa dice que posiblemente, con algo de mala suerte, la guerra se va a alargar algunos pocas semanas más!


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Yo no veo dónde está la "seguridad" en este saco de dormir, ya que las trincheras se convertían en piscinas cuando caían cuatro gotas, sin contar que estaban llenas de piojos y ratas; vamos, que lo último que a cualquier persona cuerda se le ocurría era tumbarse en mitad del estrecho parapeto metida en un saco. Quizá esa pieza para la cabeza apretaba tanto los sesos que uno caía desmayado en cuanto se metía en el saco de "pelo de camello" y todo le daba igual, o era un saco para desesperados con tendencias suicidas como yo sospecho.


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Caramelitos de leche y azúcar, vendidos como "raciones de emergencia". Quien no hacía negocio con la guerra es porque no quería. Si algún día les toca ya saben: Llévense una bolsa de Sugus.


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Estupendo anuncio de la Cruz Roja: "Los tiempos son duros, pero es aún más duro caer herido, y ser abandonado a su suerte porque nadie está cerca es terrible".


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Entre el uniforme, la pose chulesca, el betún Cherry Blossom y la tensión de ese silencio que se puede masticar en esta estampa, parece que el militar va a saltar sobre la pobre dama, que está aterrorizada viendo los reflejos del fuego bailar en los ojos furibundos del que ayer fuera su esposo, hoy un perfecto desconocido, y degollarla a mordiscos para después violarla.


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Sí señor, esto ya es nivel, con este estupendo equipo de campaña uno se va a la guerra como se va de camping: Su camita plegable, su sillita, su orinal, su palanganita para asearse, una alfombra, un maletón y hasta una cama elástica ¡un puro capricho! También venden espadas y revólveres para que jugar a la guerra sea más real que nunca.


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Ya ven, mientras sus papás se entretenían fumando y presumiendo de gabardinas, plumas y demás gilipolleces, los hijos pasaban el rato con el popular Meccano. Resulta curioso que mientras unos jugaban a la guerra con la vida de otros hombres, los mocosos "jugaban a la paz" tan tranquilos, construyendo bonitos relojes y colosales grúas.


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Cerremos este simpático, y siniestro, paseo con un "chiste" bastante mordaz.

"Pesimista previsión de la duración de la guerra:
-Delincuente juvenil (al que su madre le ha administrado un "correctivo"): T-te arrepentirás de esto cuando me haya ido a la guerra."


Haga click para ampliar el correctivo.

P.S:

En The Victorian Web pueden encontrar una surtida colección de grabados de The Punch. También en Project Gutemberg tienen a su disposición varios centenares de números con sus textos y sus grabados, desgraciadamente prescinde de los anuncios de época.

Si tienen interés por conocer más canciones de la época, la web Firts World War, a multimedia history of World War one, tiene un archivo sonoro completísimo y con auténticas joyas por descubrir.


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